2 mar 2009

Vivo Contigo para siempre


El espíritu sería la parte inmortal, inteligente, con capacidad de trascendencia, va mas allá de la vida, creencia en Dios. Convive un determinado tiempo con la otra parte, mortal. Somos un todo complejo y nos sentimos insertados en el Todo, en Dios por el espíritu.
La muerte separa una parte de la otra, con destinos diferentes: el espíritu para la eternidad y el cuerpo para el más acá.
Génesis : Entonces Dios formó al hombre del polvo de la tierra (la parte mortal), y sopló en su nariz aliento de vida (la parte inmortal), y fue el hombre un ser viviente.
En el mundo pagano solía pensar en el mas allá como en una simple repetición del tiempo pasado. Los antiguos pensaban que el cosmos había existido siempre y que, a través de grandes mutaciones cíclicas, duraría para siempre. Siguiendo el mito del eterno retorno, todo lo que había sucedido antes volvería a suceder después.
El cristiano es realista. El deseo de vivir eternamente, para siempre, es una aspiración profunda del hombre. Hay muchos hombres que creen en la inmortalidad del alma; hay otros que entienden esa inmortalidad como una reencarnación; y hay otros que se empeñan en alcanzar un bienestar material o un reconocimiento social. En este contexto, el cristiano es profundamente realista: sabe que con la muerte se desvanecerán para siempre todos los sueños humanos vanos.
En ese dilema muerte/inmortalidad el cristiano tiene la certeza de que Dios le ha creado haciéndole a su imagen y semejanza (cfr. Gn 1, 27); y sabe que cuando se avecine la prueba suprema, Cristo le confortará. Esta convencido de que el mismo Jesús, al que ha servido, imitado y amado en esta tierra, le recibirá en el Cielo, colmándole de gloria y felicidad.
El cristiano sabe además que gracias a la fe, gracias a Cristo, la muerte, su último enemigo en esta tierra (1 Cor 15, 26), no será el final de todo: tras ella alcanzará la visión eterna de Dios y la resurrección del cuerpo al final de los tiempos, cuando todas las cosas se cumplan en Cristo.
La vida no acaba aquí: por eso estamos convencidos de que el sacrificio escondido y la entrega generosa de millones de personas a las que nadie conoce tienen un profundo sentido y alcanzarán su justa recompensa en la otra vida: una recompensa que, por la misericordia de Dios, superará cualquier bien al que el hombre pueda aspirar.

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